viernes, 11 de mayo de 2012

Álbum blanco (versión atravesada de Triple Equis) (5)




Wild Honey Pie
(Lennon / McCartney) 


¿Qué tal? Mucho gusto. Triple Equis, la segunda con hache intermedia… Bonito nombre, así se llamaba una hermana de mi bisabuela… No mucho. Es que venía un poco tarde y aceleré el paso. ¿Qué vas a pedir?... No, yo quiero un café doble… Hoy hizo calor todo el día; parece que va entrando el verano… A mí también, y ojalá dure para poder ir a piscina.



Rocky Raccoon
(Lennon / McCartney) 

La muchacha de ojos grandes siente cosas interesantes por Triple Equis. De hecho, llevan saliendo algunos meses y al parecer, todo marcha bien.

Tienen una especie de conexión, típica de los enamorados, que los hace aparecer indiferentes ante los ojos del mundo. Por eso la gente se extraña de que la muchacha se deje ver con él y viceversa, claro, porque se supone que casi no se conocen y ni siquiera son amigos. Hasta donde sé, se conocieron en un mitin de trabajadores de la rama judicial, sindicato que Triple Equis frecuentaba hasta que cayó en cuenta de lo perezoso que es para las cuestiones importantes.

Ella al parecer, iba a dejar algún documento en el juzgado, con tan mala suerte que justo ese día empezaba el paro. Luego Triple Equis empezó a frecuentar el mismo café que la muchacha. Después de una semana se reconocían como distantes compañeros de tinto doble con azúcar (dos sobrecitos y pedían otros dos para llevar).

Fue precisamente ella quien tomó la iniciativa y se acercó a Triple Equis una mañana. Y no por cobardía de él, simplemente se le adelantó unos segundos. Para ese instante, la muchacha de ojos grandes siente cosas interesantes por Triple Equis. De hecho, llevan saliendo algunos meses y, al parecer, no se habían dado cuenta.

Gafas de marco ovalado hecho en pasta.
Pantalón de mezclilla gris ratón una talla más grande.
Medias de poliéster de color negro con rombos verdes.
Zapatos deportivos estilo tenis, gastados en los tacones y un poco rotos en la tela que cubre el empeine.
Calzoncillos negros de resorte grande. Almacenan bien la mercancía.
Camiseta negra con leves rayas doradas.
Buzo negro de manga larga, al parecer de lana.
Reloj analógico de pulsera y adelantado quince minutos.
Dos pulseras de hilo con los colores de la bandera.

Triple Equis es buen conversador, pero ¿qué tal será enredando? Podría llegar directamente a apabullar a la muchacha con alguna conversación profunda, en apariencia (hay mujeres que se derriten en presencia de un posible intelectual).

Otro camino sería el del macho cabrío, as en los deportes y avispado para los negocios: un chiste grotesco, mirada cómplice y familiar con el mesero, te corro el asiento, pida bizcocho que yo pago.

Y queda una tercera opción. Triple Equis llega con su diminuta humanidad, cara de sufrimiento metafísico (algunas mujeres gustan de los que lucen indefensos, tal vez para protegerlos, amamantarlos); esta última sería la adecuada para mí que, efectivamente, soy calvo, flaco y acomplejado. Pero Triple Equis no debería caer en este molde. Es claro que él no es necesariamente flaco o irremediablemente feo. Lo único seguro es que es buen conversador.

Es probable que ella no vaya sola a la cita, estos primeros encuentros se pasan mejor en compañía de una amiga o una prima. Lo peligroso está en que, a lo mejor, la chaperona resulte mucho más atractiva. En todo caso, Triple Equis sabe a lo que va y no sería capaz de perder el foco, ni siquiera por otro par de piernas, también súper desarrolladas para el coqueteo, o unas tetas como balones. Hasta allá tampoco. Todo apunta a que no es tan soso, tan convencional.

Lo de llevar una amiga bien podría ser una trampa de la muchacha de ojos grandes para probar a su potencial donante de semen. Sí, también cabe suponer que Triple Equis se está enamorando de una esposa-madre que lava, cocina y plancha, aunque no creo. Puede ser una buena muchacha que no gusta de Triple Equis y quiere llevarle un potencial repuesto.

Hasta ahora todo es potencial y supuesto. Digo, con la certeza de que ella va sola, pero Popayán es un pañuelo y a media charla aparece la mejor amiga. Interrumpe con el muy educado “¿Interrumpo algo?”, que los otros replicarán con el “No, para nada” de rigor y la invitarán a tomar asiento.

Tras las presentaciones, la prueba queda superada. La amiguita es espantosa, cosa que habla bien de los lazos de amistad entre las dos. A Triple Equis se le vienen a la mente las lágrimas de cristal de una lámpara que tenía su abuela. La recién llegada se le hacía muy parecida, casi idéntica al bombillo. Pero su voz fue un mal comienzo, no hablaba, más bien ululaba. Era como escuchar una ópera de Verdi cantada por una lechuza.

Y no era gorda. Digamos que, a duras penas, era.

Pero me perdí de lo primero. La actitud de Triple Equis. Ya dije tres posibilidades que creo necesario descartar. A lo mejor deba combinarlas. ¿Y si Triple Equis no va? Dudas que sobran. Tenía ganas de hablar con la muchacha de los ojos grandes, siempre simulaba la lectura del periódico del día, mirando por encimita de las gafas.

Zapatos de cuero sintético, color dorado y con tres broches cada uno.
Pantalón elástico negro hasta la pantorrilla.
Vestido violeta de falda corta. A falta de mangas, dos tiritas, una a cada lado.
Reloj de pulsera grande con incrustaciones de circonio, punteros dorados y manilla negra.
Cinta verde.
Pulsera con motivo de papagayo.
Collar larguísimo enrollado en varias vueltas alrededor del pescuezo limpio.
Tatuaje con forma extraña (necesita retoque) justo donde termina la espalda.
Tanga blanca de hilos invisibles.
Sostén, también blanco, con broche atrás.

Ella se aproximó, le dijo su nombre y le mencionó algo de reunirse ahí mismo para conversar. Él le dio la mano, contestó con la fórmula social adecuada y le dijo que sí, que todo bien.

Por eso, Triple Equis se fue a su casa. Estuvo el resto del día escuchando música (es lo que hace cuando no trabaja y, por ahora, el paro parece no tener solución) y olvidando que había pactado un encuentro para la noche. Digamos que, más que miedo, lo que sintió fue vergüenza de ir retrasado a su cita con los ojos inmensos pero, irónicamente, nada inquisidores. Es que Triple Equis se deja llevar por las impresiones y esos ojos lo hipnotizaban. Pensó por un momento en desviar la ruta que llevaba frenético. Se vio a sí mismo siguiendo derecho por El Liberal en vez de cruzar hacia el barrio Caldas.

Pero se daba cuenta que todo intento de escape era en vano. Los ojos perfectos con pestañas, sin nubes ni lagañas le causaban no sólo respeto, sino curiosidad. Y para ser franco, los ojos son la ventana del alma, pero no sólo de ojos vive el hombre. Tenía que saber si todo ese conjunto de pelo, dientes, poca nariz, piernas, rabo y ombligo estaba relleno de alguna sustancia inmaterial.

A primera vista, la muchacha lucía bien. Pero utilizando una frase que le encanta, “no nos digamos mentiras, carajo”, podía ser el caso de una niñita bonita por fuera e inexistente por dentro. Claro que su voz no le sonó como de cabeza hueca, más bien hablaba con seguridad y con un marcado acento bogotano que, dicho sea de paso, explicaba el aire de profunda sensualidad que Triple Equis respiró de nuevo cuando la vio sentada con un libro en la mano y la boca entreabierta.

Aun estando tan cerca sintió un repentino deseo de salir corriendo. Lo pensó y estuvo seguro de querer irse cuando ya estaba sentado con ella. “Igual, en algún punto tendré que irme” pensó y se relajó completamente. Casi no le importó la lluvia o que llegara la amiga de voz fea. Escuchaba con verdadera atención la disipación de sus dudas, porque la ojona le hablaba de sí misma, pero con la voz más dulce y profunda que jamás se haya dirigido específicamente a él.


Continúa...


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