![]() |
Foto de Jan Saudek |
Siempre que soñaba con alguna mujer ajena, se levantaba a registrar la escena valiéndose de una vieja grabadora de doble casete. Relataba paso a paso, con rigor científico, y le daba énfasis a las eventuales muecas realizadas por su amante onírica de turno.
Luego, a la noche siguiente, reproducía la grabación de aquella madrugada para estimular el conducto regular de su próximo encuentro. Solía decir que su propia voz le parecía lo suficientemente erótica como para embelesarse en su escucha.
3 de marzo.
Verónica está triste. Ya no escucha sus discos macabros sino que pone los míos. Eso sólo puede significar que necesita un abrazo.
12 de abril.
De un abrazo a dos besos hay un trecho bastante corto. ¿Por qué será que ese rinconcito entre tus rodillas no ha acabado de secar?
8 de junio.
Ya no me jode tanto que suene McCartney todo el tiempo. Me saca de quicio esa manía tan tuya, Verónica celestial, de colgar tu ropa en mi espacio, en mi habitación.
Por ejemplo, la noche del 3 de marzo soñó que el cuerpo de Verónica, su novia, era idéntico al de la vecina; una actriz envejecida y de pocos triunfos que colgaba sus calzones en el tendedero comunal, sin las mínimas consideraciones de espacio para los demás. O el 15 de septiembre, 12 de abril y 8 de junio. También, anotaba las fechas en que repetía mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario