Digamos que me como el cuento de que estabas atrapado en un círculo vicioso de tormentos espirituales espantosos. Me cuentas que sufres al mirarte en un espejo y ver, tan sólo, el recuerdo de lo que fue. Sé, también, que te choca infinitamente la ignorancia de los demás mortales, sobre todo, a la hora de pensar políticamente. Escucho de tus labios la dura sentencia “Ahí tienen los gobernantes que se merecen”, porque el problema son los demás dado que escoges tus opciones con sapiencia y cabeza fría.
Hemos discutido hasta el cansancio sobre el medio ambiente: a veces te importa mucho, pero las más, te vale huevo. Así como los géneros musicales pervertidos por la mezcla de juventud que los expulsa al mundo. Odias a Manu Chau y, de paso, a quienes lo escuchan. Recuerdo que hace años amabas a Marx como si se tratara de tu primer amante. Ahora, sabes que no sabes qué sentir respecto a Marx, simplemente porque para ti es sólo un nombre.
En suma, sé que te pasa algo. Intuyo que sufres un montón, aunque lo más probable es que se trate de algún profesor que dijo que te equivocabas.
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