jueves, 5 de junio de 2008

Mitopoética de la cola

Para conocer a una mujer se cruzan toda suerte de eventos. El primero y completamente básico es ignorar su existencia previa. Se hace preciso, entonces, no conocerla. Luego viene una dosis de incomodidad, propia de toda invasión al espacio social defendido con tesón en cada salida a la calle. Claro que lo mismo aplica para relacionarse con cualquier extraño.

Él conversa animadamente consigo mismo en la fila del banco. Tuvo que madrugar para poder cambiar el cheque el viernes víspera de puente feriado y es el último de diez ciudadanos en pleno uso de sus derechos y obligaciones tanto comerciales como civiles.

Ella toca dos veces en el hombro de él.

- Disculpe, ¿esta es la fila de clientes?

Siempre, entre desconocidos, es mejor comenzar con una disculpa. Él no sabe si esa fila es de clientes; sólo sabe que desde que cobra lo hace allí.

- Sí.

Ella se queda atrás y lo que pudo haber sido el comienzo de una fructífera amistad se convirtió en el máximo ritual occidental: perseguir al de adelante hasta llegar a la ventanilla.

1 comentario:

Kenneth Moreno May dijo...

violar esos rituales es peligroso, no queda mas remedio que concentrarse en la nuca del de adelante, en el libro que uno lleva para salvarse la existencia...

Abordar a una mujer en esos contextos es contraproducente.