A qué sabrán tus ojos que me miran desde el velo del mar, acusándome de soberbia porque digo que no me importa que sean para mí.
Siempre me los sirves en bandeja de aumento y, entonces, me provoca pensar que son uvas en la noche y aceitunas en la luz plena de esos días que te pintan el cabello de sol. Porque el pelo vendría bien con tus ojos en el mismo plato, con jugo de guayaba o un buen vaso de sonrisa macabra que sale exprimiendo con fuerza esa boca tuya, no tan roja.
Y sólo puedo asociar sabores conocidos como el de la tarde, cuando se va oscureciendo, el momento en que la luz es pésima para tomar fotos. Aunque ese es otro asunto que poco tiene que ver con el sabor de tus ojos.
1 comentario:
Ecxelente, pero yo preferiría un Cuscus..
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